EL SECUESTRO DE ALFREDO DI STEFANO




El 23 de Agosto de 1963, la plantilla del Real Madrid se encuentra en Caracas afrontando una serie de partidos de exhibición. El viaje, que en principio no debía tener otra historia que la de estos encuentros para preparar la nueva temporada futbolística, pudo adquirir tintes de tragedia cuando la máxima figura del equipo, Alfredo Di Stefano, fue raptado del hotel de concentración, llegando incluso a temerse por su vida.


Hotel Potomac (Caracas)
Son las seis de la mañana cuando el ariete argentino recibe una llamada telefónica en su habitación del Hotel Potomac. Pensando que se trata de una broma de alguno de sus compañeros, el jugador descuelga y vuelve a colgar el auricular sin llegar a contestar, tratando de volver a dormirse. Al instante, el aparato vuelve a sonar y esta vez el delantero responde. Al otro lado de la línea, alguien que se identifica como perteneciente al cuerpo policíal, le ordena que baje inmediatamente al vestíbulo o subirán a buscarlo. El madridista, pensando todavía que se trata una broma, hará caso omiso a su interlocutor.

Unos minutos después, alguien llama de nuevo, esta vez a la puerta de la habitación. Di Stefano abre y se encuentra a dos individuos que dicen ser de la policía y le ordenan acompañarlos a comisaría, por una denuncia referente a un tema de estupefacientes. Santamaría, que ocupa la habitación contigua y ha escuchado los golpes en la puerta de su compañero, sale al pasillo y es testigo de la escena. Cuando el defensa madridista interviene para decir que va a telefonear a Agustín Domínguez, directivo de la entidad blanca, uno de los desconocidos le responde que no es necesario, pues “no hay ningún problema”, dejando descubrir, bajo su chaqueta, la empuñadura del revólver que guarda en su cintura. Alfredo Di Stefano, por su parte, dudando aún de toda la historia, se viste y asea y, sacando su billetera del pantalón y dejándola sobre la mesita de noche, abandona su habitación en compañía de los dos desconocidos.

Desde su ventana, José Emilio Santamaría, al no quedarse muy convencido con los supuestos policías, que por toda identificación no habían mostrado más que la culata de un arma, se queda observando en busca de un vehículo policial que diera validez a las palabras de los dos extraños. Sin embargo, en la calle no encuentra ningún atisbo de la prueba que busca.

Al salir del hotel, Di Stefano es introducido en el asiento de trasero de un coche en medio de sus dos acompañantes, y es entonces cuando uno de ellos le confesará que no se trata de la policía, sino de un secuestro. Tras vendarle los ojos, el automóvil se pone en marcha, rumbo a algún punto a las afueras de Caracas. Muchos años después, la gran figura del madridismo todavía recordaría que, durante el trayecto sus pies iban pisando constantemente varios fusiles ametralladora que había en el suelo del vehículo. Una vez llegan a su destino, le ofrecerán un café y un zumo de naranja, y le darán unos cuantos paquetes de tabaco, diciéndole que se los lleve para los días que va a permanecer retenido.

Desde este emplazamiento, Alfredo Di Stefano va a ser conducido a otro distinto y, finalmente, a un apartamento, donde pasará su cautiverio, siempre con los ojos tapados en cada uno de los trayectos. Al llegar a este último lugar, uno de los secuestradores va a informar al jugador de su situación: el secuestro responde a motivos políticos y todo se resolverá de forma satisfactoria en poco tiempo. Eso sí, le advierte de que si intenta escapar, existe orden de “tirar a matar”. Abatido, el ariete hispano-argentino se sienta entonces en un sillón de la sala donde se encuentran. A continuación le ofrecen comida, que el delantero merengue rechaza, pues ante tal advertencia había perdido todo el apetito que pudiera tener.

La estrella madridista junto a uno de sus secuestradores
El continuo sonido de botellas entrechocando al ser depositadas en cajas le hará deducir que debía encontrarse muy cerca de algún bar. Además, junto al sillón en el que se encuentra hay una ventana que da a la calle. Por lo que el retenido puede observar no se halla a más altura que un primer o segundo piso, llegándosele a pasar por la cabeza saltar a la calle y escapar de sus captores. Sin embargo, el miedo a un fatal desenlace terminará por hacerle desistir de tal idea.

Unas horas después de producirse el rapto, el directivo Miguel Moraleja, que había viajado con el equipo, empezará a recorrer las distintas comisarías de la capital venezolana. Finalmente, en una de ellas se le informa de que en ningún momento pesaba una orden de detención contra Di Stefano, ni mucho menos que hubiera sido detenido por la policía, y que en realidad debía tratarse de un secuestro, perpetrado por el Frente de Liberación Nacional. Ante esta noticia, el directivo regresa al hotel, donde nada más entrar recibe una llamada telefónica en el vestíbulo. Su interlocutor, perteneciente al grupo de los secuestradores,  le va a confirmar lo que momentos antes le había revelado la policía.

Casi inmediatamente, la prensa de todo el mundo se hace eco del secuestro. Además, los secuestradores se habían encargado de realizar varias fotos al jugador, con una sábana blanca de fondo, para enviar a los diferentes medios de comunicación y dar así más publicidad a su acción.

La prensa no tardaría en hacerse eco de la noticia
A los dos días del rapto, el astro hispano-argentino es informado de que va a ser liberado, para lo cual sería trasladado de nuevo al hotel de concentración del equipo, a lo que el jugador se niega, objetando que la policía pudiera estar en las inmediaciones y podría producirse un tiroteo, prefiriendo que lo dejen en la embajada española.. Los captores, por su parte, se oponen a tal propuesta, por lo que finalmente será trasladado hasta la Avenida del Libertador, que es una de las arterias principales de la ciudad de Caracas.

Una vez el automóvil que lo transporta estaciona junto a la acera, Di Stéfano se despide de sus secuestradores y sale como una bala, dando un portazo y corriendo a esconderse detrás de un árbol, por temor todavía a ser asesinado. A continuación cruza corriendo la avenida, hasta la acera opuesta, sin fijarse siquiera en la multitud de coches que por ella transitan, hasta que, finalmente, puede detener un taxi. Ya en su interior, pedirá al taxista que lo lleve a la embajada española, pero éste no sabe dónde se encuentra, por lo que tendrán que preguntar para llegar allí. Cuando por fin llegan se encuentran con que la embajada ya había cerrado, tan sólo unos minutos antes. Aun así, el delantero, todo nervios, llama insistentemente al timbre, hasta que aparece una figura por una de las ventanas y el futbolista se identifica.

Di Stefano durante la rueda de prensa en la Embajada
Ya dentro de la embajada, se le informa que habrá que convocar una rueda de prensa para comunicar a los medios la noticia de su liberación. Así, a las pocas horas de entrar allí, Alfredo Di Stéfano se ve en una de las dependencias del edificio, junto al embajador y un empleado de la embajada, y rodeado de periodistas. Y cual será su sorpresa cuando, al levantar la vista, ve entre la multitud de cronistas a dos de sus captores. Sin dar muestra del terror que esos momentos se está apoderando nuevamente de él, el “9” madridista tratará de ofrecer la versión más “light” de su cautiverio, para poder salir, de nuevo, airoso de este imprevisto. Esa misma noche la pasará el jugador en la embajada y, tanto es el miedo que todavía siente, que va a atrancar la puerta de su habitación con una silla y permanecerá sin poder pegar ojo en ningún momento, pensando en las que habían sido las cincuenta y siete horas más largas de su vida.

Como es natural, durante la espera en el aeropuerto para regresar a España, Di Stéfano ees el que más prisa tiene por subir al avión pues, hasta hallarse dentro, el jugador no se sentirá del todo seguro. Como el mismo protagonista recordaría después en numerosas ocasiones, éste sería el “viaje más placentero” realizado en avión de toda su carrera.

De este modo, concluye una de las experiencias más rocambolescas y desagradables de su vida deportiva. En aquel Agosto de 1963, la estrella futbolística de Alfredo Di Stéfano empezaba a apagarse. A punto de afrontar la que iba a ser ya su última temporada como jugador del Real Madrid, pasaría después dos años en las filas del RCD. Español antes de colgar las botas definitivamente. Sin embargo, y afortunadamente, Don Alfredo todavía viviría muchos más años para poder contar ésta y muchas otras historias de cuando era el mejor jugador del mundo.


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