EL LARGO VUELO DEL GRAN TORINO (y 4ª Parte)

Portada de La Gazzetta dello Sport del día siguiente a la tragedia
Destrozado por la tragedia que había acabado con la vida de los integrantes de la escuadra del Toro, “Xico” Ferreira, el homenajeado capitán del Benfica, donará el equivalente entonces a unos 250 euros para las familias de los fallecidos. Además, en su sala de trofeos personal siempre permanecerá, hasta su muerte, muchos años después, una fotografía con marco negro del equipo turinés.


Los que no llegaron a viajar

Dentro de esta tragedia existen cuatro personajes que, por uno u otro motivo, no llegaron a formar parte de la expedición a Portugal, burlando así el fatídico destino que les esperaba. Son los que vienen a continuación, y así escaparon a su propia muerte.

Kubala, en su época con el Pro Patria
Unos días antes de la partida del equipo hacia Lisboa, el club tenía casi cerrado el fichaje de un jugador que pocos años después será bien conocido por la afición española: el húngaro Ladislao Kubala. El delantero, que había sido invitado a viajar con el equipo para disputar el partido ante el Benfica, tendrá que renunciar casi en el último momento, al enterarse de que su familia había logrado escapar de Hungría, por lo que tendrá que marchar a Udine y reunirse con su mujer e hijos. Poco podía imaginar el joven delantero que este acontecimiento terminaría por salvarle la vida.

Renato Gandolfi
Renato Gandolfi, segundo portero del equipo, se entera unos días antes de que no va a participar en la expedición, noticia que acoge con desagrado. Aldo Ballarin había intercedido por su hermano Dino, que es el tercer guardameta, para que éste pudiera viajar a Portugal, en compensación por sus esfuerzos en cada entrenamiento, a lo que el técnico, Egri Erbstein, accedió. Gandolfi no sabía que, de este modo, iba a esquivar la catástrofe que se cernía sobre sus compañeros.

Sauro Tomá
Sauro Tomá es uno de los últimos en incorporarse a la plantilla del imbatible Torino. Contaba 23 años cuando este prometedor lateral izquierdo vio cumplido su sueño de codearse con las máximas figuras del panorama balompédico de su país. Molestias en el menisco serán la causa de que el joven jugador tenga que renunciar a viajar a Lisboa con el resto de sus compañeros, para quedarse en Turín y recuperarse lo antes posible. Este contratiempo supone una gran desilusión para Tomá, que deseaba participar en la expedición, aunque no tuviera posibilidades de jugar. La fatídica tarde del 4 de Mayo, cuando regresa del Estadio Filadelfia de su entrenamiento en solitario, alrededor de una treintena de personas se agolpa a las puertas de su domicilio para comunicarle la fatal noticia del accidente que acaba de costar la vida a sus compañeros.

Por último, el propio presidente de la entidad, Ferruccio Novo, que tenía pensado acompañar a sus hombres al evento lisboeta, también tendrá que desistir a última hora de participar en el viaje, aquejado de una gripe que terminaría por significar su salvación.

A esta lista hubiera podido agregarse el nombre de Valentino Mazzola, inmerso, al igual que su presidente, en un fuerte proceso gripal. Al magnífico jugador, que tan sólo hacía unos días se había casado con su segunda mujer, se le aconseja no participar en el viaje. Sin embargo, el bravo capitán y máximo estandarte del equipo, se niega a dejar a sus compañeros. De este modo, Mazzola pasará a engrosar el número de fallecidos en Superga. Lo que ese negro destino no va a poder evitar es que años después sus hijos, Sandro y Ferruccio, puedan seguir sus pasos y hacer carrera con el balón. Sobre todo, Sandro, el mayor, llegará a ser una de las grandes estrellas del panorama futbolístico italiano en las décadas de 1960 y 1970, conquistándolo todo con el Inter de Milan de Luis Suárez y Helenio Herrera, y constituyéndose en pieza clave de la selección “azzurra” de aquellos años.


Partido de homenaje ante el River Plate de Alfredo Di Stéfano

A lo largo del siglo XX, fueron diversas las ocasiones en las que el pueblo argentino demostró un carácter tremendamente solidario allá donde pudiera servir de ayuda. Y como reflejo de ello, ni siquiera sus clubs deportivos se quedaban atrás. Así, cuando la noticia de la tragedia ocurrida en Italia llega a tierras bonaerenses, la directiva del River Plate se ofrece inmediatamente para que el equipo viaje hasta Turín, sin cobrar siquiera los gastos del viaje, para jugar un encuentro solidario a beneficio de las familias de los fallecidos.

Equipo del Rver Plate que acudió a Turín
De este modo, el 26 de Mayo, tan sólo veintidós días después de la catástrofe, el River Plate, con sus máximas figuras, como Carrizo, Di Stéfano o Labruna, se enfrenta en Turín a un combinado de jugadores de la Serie A italiana que, bajo el nombre de Torino Símbolo, jugarán uniformados con la equipación del Toro.

Entrada del Torino Símbolo - River Plate
El partido tiene lugar en el Estadio Comunale, con más capacidad que el Filadelfia, y, a pesar del elevado precio de las localidades, las gradas muestran un lleno absoluto. El empate a dos goles con que finaliza el encuentro es lo de menos. Lo realmente importante es que gracias al bello gesto de los argentinos, ambos clubs quedarán hermanados para siempre. Finalizada la contienda, los platenses hacen entrega de una copa, con el nombre de su Primera Dama, Eva Duarte, al presidente Novo.

El Torino jamás volvería a ser “Grande”, y por eso pesa aún más la leyenda de aquel equipo de ensueño que en la década de 1940 fue capaz de enamorar a toda una nación. En cuanto a la selección italiana, tardará tiempo en recobrarse de la tragedia, como demuestra su discreta participación, con más pena que gloria, en el Campeonato del Mundo de 1950, en Brasil, adonde llegarán exhaustos por el largo viaje en barco, debido a la negativa de los jugadores a tomar un avión.

Para terminar esta historia, si has sido capaz de leer hasta aquí, me gustaría pedirte algo: si alguna vez tienes ocasión de viajar a Turín, no dejes de pasarte una tarde por las inmediaciones de lo que aún queda del viejo Estadio Filadelfia. Tal vez tengas la fortuna de ver, hacia el centro del campo, la figura de un rubio “capitano” subiéndose las mangas de su camiseta granate hasta encima de los codos, mientras a voz en grito arenga a sus compañeros: “¡Andiamo!”.




 

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